Pharmacy (Farmacia)
1992
Instalación que reproduce en tamaño real una farmacia en un museo o espacio de arte.
La medicina y las drogas son temas recurrentes en el trabajo de Hirst, refiriéndose a la forma en que los medicamentos se han convertido en una parte fundamental de la cultura occidental, como medio de alterar la percepción y proporcionar una cura de corta duración, ineficaz ante la muerte. Para él la medicina se ha convertido en el gran sanador, una especie de dios, un alterador de la mente, un potencial placebo, una esperanzadora panacea. Pharmacy con sus estantes blancos y fríos con frascos y cajas clasificadas, parece ser un modelo minimalista, que destierra los miedos a la muerte y a la descomposición. Hirst colocó también cuatro cuencos de porcelana que contienen miel pura y parte de un panal de abejas. La miel atrae moscas, que luego serán también atraídas por la lámpara electrocutadora de insectos que se encuentra colgando del techo. El artista hizo agujeros en las ventanas de la galería para permitir que las moscas ingresaran al espacio. Según Hirst, la miel refleja el mundo natural, no humano, que se opone al mundo creado por el hombre representado por las drogas. El electrocutador de insectos que cuelga del techo es un recordatorio de la mortalidad. La miel potencialmente atrae a las moscas, solo para llevarlas a una muerte rápida y brutal. De manera similar, la medicina promete mucho pero no puede evitar el inevitable final. Como dice Hirst: “Todos morimos, así que esta especie de fachada feliz, sonriente, minimalista, colorida y confiada que ponen los laboratorios y compañías de medicamentos no es perfecta: tu cuerpo te decepciona, pero la gente quiere creer en algún tipo de inmortalidad.”
La farmacia, con su atmósfera clínica y autoritaria, conecta el laboratorio y hospital (la fuente y ubicación de la medicina convencional moderna) con el museo. Para Hirst, tanto la medicina convencional, como el arte, proporcionan un sistema de creencias que es seductor e ilusorio. "No puedo entender por qué algunas personas creen completamente en la medicina y no en el arte, sin cuestionar tampoco". Al reproducir una farmacia en un contexto museístico, Hirst ha creado una especie de templo de la medicina moderna, ofreciendo interminables filas de esperanzas paliativas para un cuerpo culturalmente enfermo.
La medicina y las drogas son temas recurrentes en el trabajo de Hirst, refiriéndose a la forma en que los medicamentos se han convertido en una parte fundamental de la cultura occidental, como medio de alterar la percepción y proporcionar una cura de corta duración, ineficaz ante la muerte. Para él la medicina se ha convertido en el gran sanador, una especie de dios, un alterador de la mente, un potencial placebo, una esperanzadora panacea. Pharmacy con sus estantes blancos y fríos con frascos y cajas clasificadas, parece ser un modelo minimalista, que destierra los miedos a la muerte y a la descomposición. Hirst colocó también cuatro cuencos de porcelana que contienen miel pura y parte de un panal de abejas. La miel atrae moscas, que luego serán también atraídas por la lámpara electrocutadora de insectos que se encuentra colgando del techo. El artista hizo agujeros en las ventanas de la galería para permitir que las moscas ingresaran al espacio. Según Hirst, la miel refleja el mundo natural, no humano, que se opone al mundo creado por el hombre representado por las drogas. El electrocutador de insectos que cuelga del techo es un recordatorio de la mortalidad. La miel potencialmente atrae a las moscas, solo para llevarlas a una muerte rápida y brutal. De manera similar, la medicina promete mucho pero no puede evitar el inevitable final. Como dice Hirst: “Todos morimos, así que esta especie de fachada feliz, sonriente, minimalista, colorida y confiada que ponen los laboratorios y compañías de medicamentos no es perfecta: tu cuerpo te decepciona, pero la gente quiere creer en algún tipo de inmortalidad.”
La farmacia, con su atmósfera clínica y autoritaria, conecta el laboratorio y hospital (la fuente y ubicación de la medicina convencional moderna) con el museo. Para Hirst, tanto la medicina convencional, como el arte, proporcionan un sistema de creencias que es seductor e ilusorio. "No puedo entender por qué algunas personas creen completamente en la medicina y no en el arte, sin cuestionar tampoco". Al reproducir una farmacia en un contexto museístico, Hirst ha creado una especie de templo de la medicina moderna, ofreciendo interminables filas de esperanzas paliativas para un cuerpo culturalmente enfermo.